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Alicia Escalante de Zama relata cómo nació la Sección Mexicana de Amnistía Internacional.

RESEÑA DE LA HISTORIA DE AMNISTÍA INTERNACIONAL MÉXICO

Mi hijo Arturo estudiaba leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1968 el movimiento estudiantil cobraba fuerza. Arturo fue detenido –sin orden de aprehensión en el Café Las Américas, justo el viernes 26 de julio. Por tres días no supimos nada de él. Por el periódico Excelsior, el mejor que se publicaba en aquellos años y que dirigía Don Julio Scherer, supimos que Arturo había sido detenido. Confirmamos la noticia con un agente cercano a la familia, quien nos dijo que sería hasta el siguiente lunes cuando comparecería ante un juez.

Al igual que Arturo, otros estudiantes y personas que estaban en el Café Las Américas fueron detenidos. A él se le detuvo por una supuesta participación en un grupo “comunista”. Luego lo acusaron de haber robado un bolso y también de haber roto unos cristales de un establecimiento. Obviamente cargos inventados. Arturo era Consejero Universitario y estaba en la mira de las autoridades.

Varias personas me recomendaron que hablara con el Rector José Barros Sierra. En efecto me entrevisté con él para solicitar su apoyo. Su respuesta fue inmediata –¿quién no recuerda la solidaridad del Rector y su activismo comprometido con la causa de la Universidad?-. El Rector ofreció apoyar a todos los estudiantes y en particular para Arturo me dijo que no habría riesgo de que sus estudios fueran suspendidos. Brindó libros y dispuso de académicos para que apoyaran a los detenidos que se encontraban en Lecumberri.

Cada día ingresaban a prisión más estudiantes y activistas quienes simpatizaban con el movimiento estudiantil. Alguien me reveló “es una consigna, Arturo no va a salir de prisión hasta que termine el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz”. Arturo estuvo detenido desde el 26 de julio de 1968 hasta el 24 de abril de 1971.

Durante todo ese tiempo me dediqué a trabajar por su liberación. Me recomendaron solicitar ayuda a Amnistía Internacional. Rápidamente entré en contacto con la oficina mundial en Londres quien investigó este caso y el de otros estudiantes. Elaboró una acción urgente y la Sección Canadiense adoptó como preso de conciencia a Arturo. Miembros canadienses de Amnistía Internacional establecieron contacto con él por varios años y le brindaron todo su apoyo.

En 1971 el gobierno de Echeverría condicionó la salida de varios estudiantes de prisión con el compromiso de que inmediatamente abandonaran el país. Los canadienses se hicieron cargo de pagar los gastos de traslado y de manutención de Arturo durante el tiempo que estuvo fuera del país.

Al atestiguar la ayuda que recibí por parte de personas que no conocían a mi hijo, que ni siguiera lo conocerían alguna vez y percatarme de toda la ayuda que recibió, me convencí de la valía de Amnistía Internacional y pensé que era necesario que yo también pudiera hacer algo por otros casos similares a los de Arturo. Escribí a la oficina internacional diciendo que tenía interés en fundar una representación en México. De Londres me contestaron que en el país el Dr. Héctor Cuadra era miembro individual y que lo mejor sería contactarlo para organizar un grupo.

Sostuve varias conversaciones con él, pero no avanzó la constitución de la asociación sino hasta que me di a la tarea de buscar más gente que estuviera interesada en derechos humanos. Es en este periodo que pude constatar cómo existe una gran imprecisión sobre qué son los derechos humanos y por lo tanto hay poco interés para involucrarse. Muchas personas piensan que hay que ayudar sólo a los que sufren. Esta condición persiste todavía hoy.

Durante la estancia de Arturo en Canadá me dediqué a conformar un grupo. Formalmente iniciamos los trabajos del Grupo 1, el 28 de mayo de 1971 y participaron Estela Pinto, el Ing. Alvarez Bravo, Arnaldo Centeno, Anunnciata Rossi, entre otros.

Arturo regresó a México el 8 de junio de 1971 y se incorporó al Grupo y nos decidimos a constituir la Sección. Este proceso llevó varios años. En el camino fuimos encontrando grandes amigas y personas comprometidas como Brígida Alexander (madre de la querida actriz Susana Alexander), Bertha Palacios, Bertha Fernández, Magdalena Acosta.

Iniciamos los trámites para constituir la asociación civil. Recuerdo que redactamos unos estatutos muy sencillos y solicitamos ante la Secretaría de Relaciones Públicas el registro correspondiente. Iniciamos un camino lleno de anécdotas. En otra ocasión tuvimos que ir a la Secretaría de Gobernación. Fue muy grato conocer el malestar de las autoridades por el activismo desplegado por miles de miembros de Amnistía Internacional en todo el mundo quienes escribían frecuentemente cartas dirigidas al gobierno de México externando su preocupación por la violación de derechos humanos. Ese día nos mostraron miles de cartas que estaban apiladas en un rincón. Recuerdo que la persona que nos las mostró dijo: “ojala qué ya le paren”.

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